La motivación es una fuerza que nos lleva a accionar, nos incita a seguir con nuestras metas. Si no fuese por ésta, no creceríamos personalmente y tampoco podríamos cubrir nuestras necesidades básicas ni cumplir con normas sociales. La motivación interviene en las distintas capas de nuestra personalidad, y es una de las herramientas psicológicas más importantes para nuestro desenvolvimiento individual y social. Puede manifestar y correlacionarse con nuestro deseo, pues es así como, a manera de ejemplo, nos motivamos para mantener vínculos sanos con nuestros seres queridos o  para alimentarnos día a día. 

 

Puede ser intrínseca y/o extrínseca. La primera proviene de nuestras emociones y pensamientos; y la segunda, tiene origen en las cosas, las personas o el contexto, todo aquello que sea externo a nosotros como personas. Sin embargo, ambas pueden llegar a unirse y desembocar en una misma meta. Por ejemplo, si queremos desarrollar una habilidad, practicar un deporte, comprar una propiedad o mantener una vida saludable, pueden reunirse ambos tipos de motivación. 

 

El cumplimiento de metas nos genera satisfacción, ya que un objetivo cumplido traduce todo el esfuerzo puesto en escena durante un determinado tiempo. Entonces, la motivación es beneficiosa para nosotros porque nos incita a mantener las metas en la vista y, sobre todo, manifestar nuestros deseos en la práctica durante un periodo de tiempo determinado. Abrazar los momentos de logro nos sirve para recordarlos y reconocer el propósito de tanto esfuerzo.

 

Siendo así, la motivación, sea originaria de lo interno o externo, nos ayuda a mantener los propósitos personales y sociales de forma cálida. Aunque estemos por un momento endeble, la motivación nos ayudará a recordar las metas y es ahí cuando nos encontramos accionando, pensando, sintiendo por nuestros ideales. 

 

¿Cómo mantener la motivación activa?

  •   -  Recordar el propósito.
  •   -  Revisar avances en el camino hacia la meta.
  •   -  Comprender que las trabas no marcan un fin.